Hace algún tiempo, el ilustrador e historietista argentino Liniers decidió publicar los libros que lo encandilaban. Así nació Editorial Común que, junto con publicar los nuevos números de Macanudo, ha reclutado a algunos interesantes dibujantes independientes. En esta nota publicada por el diario Página 12 da cuenta en primera persona de sus motivaciones, gustos y fascinaciones. Por supuesto, los libros de Editorial Común los encuentras en PLOP! Galería.
La poesía de las pesadillas
Este es un momento que me encanta de La ciudad de los puentes obsoletos, que es cuando el protagonista se encuentra con los gigantes que duermen en la orilla. Pero en realidad me gustan los momentos en que Federico humilla con el dibujo, y son fáciles de encontrar. La historia es como un Alicia en el País de las Maravillas, pero visitada por Tom Waits y Allen Ginsberg, una ensalada que solamente este pibe podía hacer. Nunca llegó a ver Posters, la historieta por entregas que yo hacía en la revista Hecho en Buenos Aires, pero me parece que las historias se parecen, en el sentido de que le íbamos poniendo obstáculos a nuestros personajes, y después teníamos que saber cómo resolverlos, sea como fuese. El resultado es una mezcla de poesía con pesadilla, una poesiadilla, digamos. Una palabra medio fea, pero que resume muy bien la trama y lo que genera en el lector.
La poesía de las pesadillas
Este es un momento que me encanta de La ciudad de los puentes obsoletos, que es cuando el protagonista se encuentra con los gigantes que duermen en la orilla. Pero en realidad me gustan los momentos en que Federico humilla con el dibujo, y son fáciles de encontrar. La historia es como un Alicia en el País de las Maravillas, pero visitada por Tom Waits y Allen Ginsberg, una ensalada que solamente este pibe podía hacer. Nunca llegó a ver Posters, la historieta por entregas que yo hacía en la revista Hecho en Buenos Aires, pero me parece que las historias se parecen, en el sentido de que le íbamos poniendo obstáculos a nuestros personajes, y después teníamos que saber cómo resolverlos, sea como fuese. El resultado es una mezcla de poesía con pesadilla, una poesiadilla, digamos. Una palabra medio fea, pero que resume muy bien la trama y lo que genera en el lector.
Lo conocí, como a Power Paola, a través de su web. Y como me pasó con ella, primero pensé: qué capos estos tipos, qué lejos que estamos de ellos. Porque pensaba que eran anglosajones, pero cuando me puse a leer la letra chiquita me di cuenta de que eran de los nuestros. Cuando lo conocí, Federico tenía 24 años, y yo no podía creer lo bien que dibujaba. Las páginas que tenía en su blog eran como condoricosas, pero de una realidad alternativa, sin ningún remate que merezca un plop. Desde entonces empecé a preguntarle si no estaba escribiendo algo largo, y que lo quería leer y eventualmente publicar. Sabía que había otra editorial atrás de él, así que cuando quedó libre dije mío: listo, ¿cuándo querés que salga? Pero al final lo cagamos, porque él quería editar su primer libro antes de cumplir 30 años y le arruinamos la fantasía, porque por un problema de imprenta recién estuvo listo dos semanas después.
Autobiografía que no es mía
Power Paola es una mina que va muy de frente cuando cuenta algo. Por ejemplo, si elige contar su vida, arranca directamente con el padre y la madre cogiendo. Su libro me sacó un par de carcajadas para afuera, y esta parte, en la que cuenta cómo sus hermanas se tomaron su llegada a la familia, me gusta mucho, me parece muy delirante, tiene mucha fuerza. Es raro lo que pasa con ella, porque en las autobiografías de gente común uno se llega a identificar con el protagonista y su entorno a nivel básico. Así que cuando empecé a leerla no imaginé que me iba a identificar con una vida tan diferente, la de una mina que se crió en Ecuador, con un padre cura y qué sé yo. ¡Pero sucede!
La descubrí cuando me pasé medio año viviendo en Montreal, en 2007, donde nos fuimos con Angie, mi mujer, gracias a una beca. Vivimos allá durante siete meses, y justo antes de volvernos me reuní con dos pibes de una editorial que me querían publicar en francés. Cuando los conocí, vi que eran como yo, mismo anteojito, mismo nivel de nerdismo. “Si éstos lo pueden hacer, y están publicando artistas grossos en francés, nosotros también podemos hacerlo”, pensé. “Macanudo anda bien, así que devolvamos la plata.” Por eso es que apenas conocí a Power Paola pensé que, si hacíamos la editorial, teníamos que editarla. Porque me gusta mucho la historieta autobiográfica si tiene algo para contar, y además me parece importante que aparezcan más chicas en mi mundo, el de las historietas.
Dora
Minaverri
186 páginas
“Es fantástico que salga en Fierro todos los meses, pero leerlo de un tirón es otra cosa”, dice Liniers de la obra de Minaverri, que sufrió los avatares del debut. “Si lo reeditamos, me gustaría ponerle una solapa, vestirlo mejor”, asegura, al tiempo que confiesa que con los primeros libros se dieron cuenta de que con Angie era una locura hacer todo solos, por eso ahora para la producción se asociaron con otros indies, Ediciones Larrivière, con los que Liniers ya había sacado algunos libros. “Pero las decisiones editoriales siguen siendo nuestras”, explica. “Y para que algo se publique en Común, Angie y yo tenemos que estar de acuerdo.”
El arte
Juanjo Saez
264 páginas
“Conversaciones imaginarias con mi madre” es el subtítulo de un libro de historieta en que su autor se pregunta qué es el arte en los tiempos actuales. Liniers asegura que es casi una declaración de principios de su editorial, y que resultó ser todo un éxito. “Nos conformábamos con vender 2 mil ejemplares, y ya llevamos agotada la primera edición.”
Pequeño Mundo Verde
María Martha Estrada - Liniers
140 páginas
Aunque no es de historietas, y por eso Liniers argumente que está fuera de catálogo, los libros de Común se completan —además de los Macanudo— con este libro de cuentos de su madre, que supo ilustrar. “Cuando los leí, me dije: bueno, tengo de dónde salir”, se resigna ante un pequeño volumen de estilos variados, ilustrado con ganas. “Me acuerdo, cuando era más joven, de que mi vieja me leía un cuento como el de la mujer que cose, y al coser se va lastimando, y su sangre empieza a teñir la tela. Y yo le preguntaba: Mamá, tiene esto algo que ver con... ya sabés. Y ella me respondía que no, que nada que ver; pero uno es chico y no puede dejar de pensar que están hablando de uno.”
Power Paola es una mina que va muy de frente cuando cuenta algo. Por ejemplo, si elige contar su vida, arranca directamente con el padre y la madre cogiendo. Su libro me sacó un par de carcajadas para afuera, y esta parte, en la que cuenta cómo sus hermanas se tomaron su llegada a la familia, me gusta mucho, me parece muy delirante, tiene mucha fuerza. Es raro lo que pasa con ella, porque en las autobiografías de gente común uno se llega a identificar con el protagonista y su entorno a nivel básico. Así que cuando empecé a leerla no imaginé que me iba a identificar con una vida tan diferente, la de una mina que se crió en Ecuador, con un padre cura y qué sé yo. ¡Pero sucede!
La descubrí cuando me pasé medio año viviendo en Montreal, en 2007, donde nos fuimos con Angie, mi mujer, gracias a una beca. Vivimos allá durante siete meses, y justo antes de volvernos me reuní con dos pibes de una editorial que me querían publicar en francés. Cuando los conocí, vi que eran como yo, mismo anteojito, mismo nivel de nerdismo. “Si éstos lo pueden hacer, y están publicando artistas grossos en francés, nosotros también podemos hacerlo”, pensé. “Macanudo anda bien, así que devolvamos la plata.” Por eso es que apenas conocí a Power Paola pensé que, si hacíamos la editorial, teníamos que editarla. Porque me gusta mucho la historieta autobiográfica si tiene algo para contar, y además me parece importante que aparezcan más chicas en mi mundo, el de las historietas.
Dora
Minaverri
186 páginas
“Es fantástico que salga en Fierro todos los meses, pero leerlo de un tirón es otra cosa”, dice Liniers de la obra de Minaverri, que sufrió los avatares del debut. “Si lo reeditamos, me gustaría ponerle una solapa, vestirlo mejor”, asegura, al tiempo que confiesa que con los primeros libros se dieron cuenta de que con Angie era una locura hacer todo solos, por eso ahora para la producción se asociaron con otros indies, Ediciones Larrivière, con los que Liniers ya había sacado algunos libros. “Pero las decisiones editoriales siguen siendo nuestras”, explica. “Y para que algo se publique en Común, Angie y yo tenemos que estar de acuerdo.”
El arte
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264 páginas
“Conversaciones imaginarias con mi madre” es el subtítulo de un libro de historieta en que su autor se pregunta qué es el arte en los tiempos actuales. Liniers asegura que es casi una declaración de principios de su editorial, y que resultó ser todo un éxito. “Nos conformábamos con vender 2 mil ejemplares, y ya llevamos agotada la primera edición.”
Pequeño Mundo Verde
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140 páginas
Aunque no es de historietas, y por eso Liniers argumente que está fuera de catálogo, los libros de Común se completan —además de los Macanudo— con este libro de cuentos de su madre, que supo ilustrar. “Cuando los leí, me dije: bueno, tengo de dónde salir”, se resigna ante un pequeño volumen de estilos variados, ilustrado con ganas. “Me acuerdo, cuando era más joven, de que mi vieja me leía un cuento como el de la mujer que cose, y al coser se va lastimando, y su sangre empieza a teñir la tela. Y yo le preguntaba: Mamá, tiene esto algo que ver con... ya sabés. Y ella me respondía que no, que nada que ver; pero uno es chico y no puede dejar de pensar que están hablando de uno.”
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