¿Dónde está el patrimonio? Hoy, cuando miles de personas se lanzan a las calles para visitar palacios, sitios históricos y monumentos, la respuesta parece un poco obvia. Pero, como siempre, las cosas son un poco más complejas.
Porque el patrimonio no es solo un sitio, un objeto o una costumbre ancestral. Patrimonio es todo aquello que resulta significativo para una comunidad, le permite reconocerse como algo más que individuos aislados y los vincula con una historia colectiva.
Porque el patrimonio no es solo un sitio, un objeto o una costumbre ancestral. Patrimonio es todo aquello que resulta significativo para una comunidad, le permite reconocerse como algo más que individuos aislados y los vincula con una historia colectiva.
En ese sentido, al igual que una cazuela, las canciones del repertorio popular o la sabiduría de una artesana que lograr transformar la arcilla en una fuente, la ilustración e la historieta son parte de nuestro patrimonio. No solo porque se trata de expresiones artísticas que requieren destrezas y talentos singulares, sino también porque al mismo tiempo que nos hablan de un tiempo y una sociedad pretérita, logran generar espacios comunes entre generaciones e historias personales diversas.
De esa forma se entiende que un dibujo de Coré encanté tanto a un niño que leyó El Peneca en 1945 como a uno que lo redescubre hoy, que en los afiches de los hermanos Larrea estén contenidos todos los sueños y esperanzas de una época, que una viñeta de Trauko nos permita recrear el ambiente contracultural de los años 80 y que algo tan sencillo como un paquete de detergente Klenzo pueda evocar recuerdos tan vívidos.
Si la historieta y la ilustración son parte de aquella herencia cultural que heredamos y que tenemos el compromiso de resguardar y enriquecer con los aportes de nuestra propia época. Si una revista, un viejo libro, una acuarela, una publicidad o un envase son piezas claves de nuestra memoria colectiva, de la misma manera que lo es una obra de Matta, el Palacio Cousiño y Valparaíso, comienza a ser hora que existan políticas de Estado que promuevan la conversación, estudio, puesta en valor y difusión de este patrimonio por naturaleza frágil y pasajero.
Por fortuna, desde el mundo cultural privado, iniciativas como el Museo de la Historieta guiado con tesón por Mauricio García, el trabajo de rescate emprendido por editoriales como Asterión y Feroces, o la acuciosa labor de investigación realizada por Marco Esperidion, Jorge Montealegre, Eduardo Castillo y Pedro Alvarez están abriendo importante caminos.
Si la historieta y la ilustración son parte de aquella herencia cultural que heredamos y que tenemos el compromiso de resguardar y enriquecer con los aportes de nuestra propia época. Si una revista, un viejo libro, una acuarela, una publicidad o un envase son piezas claves de nuestra memoria colectiva, de la misma manera que lo es una obra de Matta, el Palacio Cousiño y Valparaíso, comienza a ser hora que existan políticas de Estado que promuevan la conversación, estudio, puesta en valor y difusión de este patrimonio por naturaleza frágil y pasajero.
Por fortuna, desde el mundo cultural privado, iniciativas como el Museo de la Historieta guiado con tesón por Mauricio García, el trabajo de rescate emprendido por editoriales como Asterión y Feroces, o la acuciosa labor de investigación realizada por Marco Esperidion, Jorge Montealegre, Eduardo Castillo y Pedro Alvarez están abriendo importante caminos.
Estas son preocupaciones que no escapan al quehacer de PLOP! Galería. Desde nuestra fundación nos hemos dado espacio al trabajo de grandes figuras como Hervi, Pepo, Nato, Vicar, Máximo Carvajal, Mario Igor y Coré. Más aún, recientemente hemos bautizado nuestra salas de exhibición con los nombres de Coré y Pepo, como una forma de hacer un reconocimiento a nuestra historia gráfica y que solo conociendo nuestro pasado podemos proyectarnos hacia el futuro.
Cabe esperar entonces que en futuros días del patrimonio los chilenos no solo hagan fila para admirar las grandes obras de la arquitectura, sino también aquellas pequeñas y efímeras obras impresas que han llenado nuestra memoria de colores y recuerdos.
Cabe esperar entonces que en futuros días del patrimonio los chilenos no solo hagan fila para admirar las grandes obras de la arquitectura, sino también aquellas pequeñas y efímeras obras impresas que han llenado nuestra memoria de colores y recuerdos.
Me parece maravilloso que se pongan sobre la mesa temas como este. Cada pieza de nuestra historia es clave para construir nuestra identidad, y desde ese punto de vista la ilustración, publicidad y literatura son los medios de expresión que nos permiten lograr un sello propio. Destaco además el arte gráfico que se toma los muros como medio de expresión y tuvo en su tiempo una importancia tan grande que llego a definir una iconografía distinta, un sello de arte gráfico chileno.
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